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sábado, 23 de enero de 2010

Por qué todavía no me compré un DVD

E. Galeano

Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco.

No hace tanto con mi mujer lavábamos los pañales de los críos. Los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita; los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar. Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda (incluyendo los pañales). ¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables!

Si, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó tirar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el bolsillo y las grasas en los repasadores. Y nuestras hermanas y novias se las arreglaban como podían con algodones para enfrentar mes a mes su fertilidad.

¡Nooo! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra. Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto.

Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades.

¡Guardo los vasos desechables! ¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez! ¡Apilo como un viejo ridículo las bandejitas de espuma plástica de los pollos! ¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos!
Es que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la vida. ¡Es más! ¡Se compraban para la vida de los que venían después! La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, fiambreras de tejido y hasta palanganas y escupideras de loza. Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de heladera tres veces.

¡Nos están fastidiando! ¡¡Yo los descubrí. Lo hacen adrede!! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica.

¿Dónde están los zapateros arreglando las medias suelas de las Nike? ¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando sommiers casa por casa? ¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista? ¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros?

Todo se tira, todo se desecha y mientras tanto producimos más y más basura. El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad. El que tenga menos de 40 años no va a creer esto:¡¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el basurero!! ¡¡Lo juro!! ¡Y tengo menos de xx años! Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII). No existía el plástico ni el nylon.

La goma sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en San Juan. Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban.

De por ahí vengo yo. Y no es que haya sido mejor. Es que no es fácil para un pobre tipo al que educaron en el 'guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo' pasarse al 'compre y tire que ya se viene el modelo nuevo'.

Mi cabeza no resiste tanto. Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que además cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real. Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para cambiarlo)

Me educaron para guardar todo. ¡¡¡Toooodo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo.

Si, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de infantes y no sé cómo no guardamos la primera caquita.

¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo?

En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto.

Y guardábamos. ¡¡Como guardábamos!! ¡¡Tooooodo lo guardábamos!!
¡Guardábamos las chapitas de los refrescos! ¡¿Cómo para qué?! Hacíamos limpia alzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela. ¡Tooodo guardábamos!

Las cosas que usábamos: mantillas de faroles, ruleros, ondulines y agujas de primus.
Y las cosas que nunca usaríamos. Botones que perdían a sus camisas y carreteles que se quedaban sin hilo se iban amontonando en el tercer y en el cuarto cajón.

Partes de lapiceras que algún día podíamos volver a precisar. Tubitos de plástico sin la tinta, tubitos de tinta sin el plástico, capuchones sin la lapicera, lapiceras sin el capuchón.

Encendedores sin gas o encendedores que perdían el resorte. Resortes que perdían a su encendedor.

Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables.

Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave.

¡Y las pilas! Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín.

Las cosas no eran desechables. Eran guardables.

¡¡Los diarios!! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para poner en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver ¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne!

Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque para hacer cuadros y los cuenta gotas de los remedios por si algún medicamento no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos. Y las cajas de cigarros Richmond se volvían cinturones y posa-mates y los frasquitos de las inyecciones con tapitas de goma se amontonaban vaya a saber con qué intención, y los mazos de naipes se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía 'este es un 4 de bastos'.

Los cajones guardaban pedazos izquierdos de palillos de ropa (broches) y el ganchito de metal. Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en un palillo.

Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden 'matarlos' apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada. Ni a Walt Disney.

Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: 'Cómase el helado y después tire la copita', nosotros dijimos que sí, pero, ¡minga que la íbamos a tirar! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas.

Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos. Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de dudosa belleza. Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de bollones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella.

Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos.
¡Ah¡ No lo voy a hacer!

Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad es descartable.

Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas.

Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer. No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne.

No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo y glamour.

Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares.

De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la bruja como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva.

Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que la bruja me gane de mano y sea yo el entregado.

Las miradas del Itchimbía.

Desde hace pocos años cuando Quito lo desenpolvo a este espacio, e visto un notable cambio de paso lento, pero finalmente un cambio.... en la ciudad es uno de los pocos lugares donde se posa tranquila la lechuza, revolotean mas de 10 distintos tipos de aves, se encuentra matas de taxo, flores color azul, e insectos albergados en pétalos, piedras y recovecos.

Desde tiempo atrás conocí el lugar, cuando era guarida, plaza para la fuga de clase, o pasar a ver un amigo del Santiago de Guayaquil que aun existen. Esta loma a venido de menos a mas.

Vista Noreste - Volcán Cayambe

Vista Sur - Illiniza

Acceso Oeste - Palacio de Cristal


viernes, 22 de enero de 2010

PÏCARA PÏAVA II

Para precautelar el sabio flujo de algunas conclusiones y otras nuevas preguntas, me reservo el derecho de publicarlos hasta nueva fecha.

Hoy es en un día con sol, aquel que calienta hasta la decencia ....

Cuando la Piacava esta sometida al intenso calor del sol, ella se contorsiona, de forma que se la siente via, se retuerce y cambia de dirección, una vez que se enfría y relaja, nuevamente se estira, de todas las fibras que conozco es la única con tan marcado ritmo y cadencia en ese movimiento, digno de plasmarlo en un film de alta velocidad.



Recuerdo que la acera en La Colina, se barría con escoba de carrizo, y para los pisos de cemento una con cerdas oscuras de 60 cm. También hubo en casa una que al pasarla por el parquet se atascaba en la junta. A la escoba la recuerdo siempre de cara al piso, si la tuviere cerca a mi siempre estaba marcada por la basura. No dejaré de mencionar otra más pequeña que sirvió de juguete para alguno de nosotros. Seguro no fue posible aprender nunca su nombre, ahora en la mente no solo la diferencio por su color y textura: marrón - oscuro y duro - áspero.

Jueves y viernes en la zona amazónica de donde procede. Encontramos alguien con las ganas de cortar una rama de la fibra para conocerla mejor, hasta ahora solamente la tuve ya cosechada, pero entender como la palma de unos siete metros, desde la base, para esto fuimos machete en mano!

Y nos volcamos a la palma inundada de hormigas, colgaba de ella una fruta semejante a la tagua con muy símilares características, pero no del mismo tipo y calidad que la de Manabí o Esmeraldas. De allí en menos de 5 minutos habiamos cosechado un tallo entero de la Piacava, con gran sorpresa entender como se otorga de la naturaleza este gran recurso, y entendiendo por que algunas de las hebras son largas y otras no.

Aquello de percibir el aroma a sudor y la humedad en el ambiente, tan cerca el campesino que con su machete había que tener cuidado, al momento de bajar la palma.

Una vez desprendida se expone la siguiente capa, y la siguiente, sucesivamente, como los fractales lo manifiestan.

De este material es muy poco lo que se desperdicia en la elaboración de escobas, la parte de la hebra más cercana al tallo inicial en sus 20 cm o 30 cm, tiene la característica de deformarse mientras está expuesto al calor, de tal manera que se contrae y gira, mientras que puede regresar a su forma inicial al momento de enfriar su temperatura, gracias a su memoria.

jueves, 21 de enero de 2010

D I D A

Esta experiencia entre habilidad e ingenio concibió objetos derivados del desecho industrial.

Este material se cruzó conmigo una ocasión caminando al sur de Quito, a la vuelta del Mercado Mayorista, al verlo tirado en una esquina recogí un pedazo, a primera impresión pensé .... AMBAR! Inicialmente, se trató de un pequeño trozo, luego uno más grande y otro inmenso.... un bloque de resina de poliester solida, requerí de apoyo para recoger todo el material posible de aquella inusual mina en la ciudad.

Pasó un gran tiempo hasta ahora una aplicación, y como una mina de ideas surgieron opciones para aplicarla. Luego de un proceso experimental para descubrir sus características: como cortarlo, su comportamiento al paso de la luz, a la deformación y lograr dar forma con calor, impacto, pulido. Todo de forma tal que me permitió entender como se lo trabajar.

Por ser un termoestable, este material resulta ser solo maquinable por lo que al sumar su apariencia mas mineral que plástica y su aspecto "rocoso" favorece su autenticidad, al no haber un semejante. Las formas de los bloques están, de acuerdo a la manera como el tanque que lo contuvo se deformo, mientras este material mantuvo su condición de líquido.

Con procesos de acabado manual, esta linea de luminarias DIDA es elaborada Artesanalmente, lo que le proporciona un alto grado de exclusividad.

DIDA, aprovecha enteramente la capacidad reflectiva del material, de tal manera que puede proyectar su luz, como otras que la rodean, de esta manera provoca ambientes inundados de formas luminicas orgánicas que hacen reminiscencia al capítulo de los habitantes anteriores en la tierra quienes consideraban al Sol la fuerza generadora de la vida y digno de adoración.

Unas características adicionales de la propuesta.
  • Gran capacidad de refracción luminosa
  • Materias primas reutilizadas
  • Lámpara de día y noche
  • Ahorro energía
  • Serie numerada y de tiraje único